Cuando hablamos de reactivos, sustancias químicas que participan en reacciones de laboratorio, industria y educación. También se les conoce como reactantes. Los sustancias químicas, componentes básicos de cualquier experimento pueden ser ácidas, básicas o neutras, y su elección influye directamente en la velocidad y el rendimiento de la reacción. Catalizadores, agentes que aumentan la velocidad sin consumirse son otro tipo de reactivo que muchas veces se pasa por alto, pero su presencia puede ahorrar tiempo y costes. En un laboratorio, espacio controlado donde se manejan y analizan reactivos la organización y el almacenamiento correcto son tan importantes como la propia reacción.
Los reactivos se clasifican según su función: oxidantes, reductores, ácidos, bases y sales. Cada grupo tiene atributos claros; por ejemplo, los oxidantes como el permanganato de potasio liberan oxígeno y cambian el color del medio, mientras que los reductores como el sodio borohidruro donan electrones y facilitan la formación de enlaces. Otra categoría importante son los reactivos de síntesis, que incluyen compuestos orgánicos diseñados para construir moléculas más complejas. En la práctica, identificar la pureza del reactivo es clave: una impureza del 0,5 % puede alterar el punto de ebullición y, en consecuencia, la reproducibilidad del experimento. Por eso, muchos laboratorios optan por reactivos certificados, con documentación que garantiza su composición y estabilidad.
Un aspecto que suele generar dudas es la compatibilidad entre reactivos y material de vidrio o plástico. Algunos solventes, como el ácido clorhídrico concentrado, atacan el vidrio y requieren recipientes de polietileno. Otros, como el acetato de etilo, pueden disolver ciertos plásticos y se manejan mejor en vidrio borosilicato. Conocer estas interacciones evita accidentes y daños costosos. Además, la temperatura de almacenamiento influye: los reactivos sensibles al calor, como los peróxidos orgánicos, deben guardarse en refrigeradores o congeladores, mientras que los compuestos estables a temperatura ambiente pueden almacenarse en armarios normales.
En la industria, los reactivos se utilizan a escala mucho mayor y con normas de seguridad más estrictas. Por ejemplo, la producción de fertilizantes requiere grandes volúmenes de amoníaco, un reactivo altamente tóxico y corrosivo que se maneja bajo presión. Las plantas químicas implementan sistemas de detección de fugas, ventilación y equipos de protección personal (EPP) para mitigar riesgos. A nivel académico, los estudiantes suelen trabajar con cantidades reducidas, pero la misma disciplina se aplica: usar guantes, gafas y mascarilla cuando el reactivo lo demande.
Seleccionar el reactivo adecuado también depende del objetivo del análisis. En pruebas de calidad de agua, los reactivos indicadores como el cloruro de mercurio se emplean para detectar contaminantes específicos. En biología, los reactivos de tinción, como la hematoxilina, permiten visualizar estructuras celulares bajo el microscopio. Cada campo tiene sus protocolos estándar, y seguirlos garantiza resultados comparables entre laboratorios.
La gestión de residuos de reactivos es otro tema que no se puede pasar por alto. Los residuos químicos deben clasificarse según su peligrosidad y enviarse a centros autorizados. Por ejemplo, los ácidos fuertes se neutralizan antes de su disposición, mientras que los solventes orgánicos se recogen en contenedores especiales para reciclaje. Un manejo responsable reduce el impacto ambiental y cumple con la normativa local.
En la lista de artículos que sigue, encontrarás ejemplos concretos de cómo los reactivos aparecen en noticias de actualidad, desde fichajes de futbolistas hasta avances en investigación científica. Cada entrada muestra una faceta distinta del uso de reactivos, ya sea en laboratorios, en la industria o en contextos inesperados. Sigue leyendo para descubrir cómo estos componentes influyen en la vida cotidiana y en los sectores más especializados.
Reclone Latin America recibe financiación de la Chan Zuckerberg Initiative para producir reactivos locales, reduciendo costos y mejorando la equidad científica en América Latina.
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